República
y nueva ciudadanía

Durante las primeras décadas del siglo XX, la gran mayoría de las mujeres españolas, especialmente aquellas que provenían de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, sufrían los estereotipos culturales generalizados del comportamiento femenino «apropiado», que vinculaban la mujer rígidamente a la maternidad, la crianza de los hijos y el hogar. Estos principios inamovibles eran especialmente dominantes en el mundo rural, que reunía, aún, a gran parte de la población.

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Niña campesina con un rebaño en Cabdella, Lleida (1915). Autor: Brangulí

Las trabajadoras rurales, en buena medida poco partícipes de las movilizaciones y la politización urbana de los años diez y veinte, debían compaginar el cuidado de sus familias con largas jornadas de trabajo en el campo.

Aparte de la compleja situación laboral y familiar, sus perspectivas de trabajo y posibilidades de movilización política eran también limitadas por la falta de educación primaria que sufrían. 

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Obreras del textil de Vilassar de Dalt (Barcelona, 1919). Autor desconocido

En las ciudades, su presencia se concentraba en trabajos no cualificados, donde recibían una retribución económica inferior a la de sus compañeros masculinos, también se esperaba de ellas que asumieran las labores domésticas y el cuidado de los hijos, compaginándolo, todo ello, con las exigencias de su puesto de trabajo. La doble carga, de aportar un salario y responsabilizarse del trabajo en el hogar, dejaba poco espacio para la educación y la actividad política. Cuando empezaron a unirse al movimiento obrero y a asistir a centros culturales, las pioneras a menudo encontraron la hostilidad de los militantes masculinos, que con su actitud sexista contradecían completamente el apoyo retórico y nominal que expresaban con relación a la educación y la emancipación de las mujeres.

UCM. Archivo General. Fondo Universidad Central de Madrid

Ficha de ingreso en la Universidad de Madrid a nombre de Amparo Sempere Frutos (octubre de 1930)

El 28 de enero de 1930, el dictador Miguel Primo de Rivera, tras siete años de dictadura y suspensión de los derechos constitucionales, presentó la dimisión ante el rey Alfonso XIII. 

El 14 de abril de 1931, dos días después de las elecciones municipales, se declaraba la Segunda República española; el rey se había exiliado en Francia.

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Celebración popular de la proclamación de la República en Barcelona (abril de 1931). Autor: Gaspar-Sagarra y Torrents

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El 14 de abril de 1931 se declaraba la Segunda República española

Pronto se pusieron en marcha las reformas y también pronto llegaron los primeros problemas. Para unos, los cambios eran poco significativos, para otros, eran sumamente profundos. El contexto internacional no ayudaba: el sistema económico mundial había quebrado, la reacción fascista se hacía fuerte en el corazón del continente y los movimientos revolucionarios y marxistas se preparaban para la confrontación. España no quedaba al margen de estas dinámicas.

Con todo, la República comienza a caminar firme: se acaban, vía ley constitucional, los privilegios de la iglesia y de los militares y se obtienen derechos sociales; se consolida la democracia. En las elecciones generales constituyentes del junio de 1931, por primera vez se permitió que las mujeres pudieran ser electas, esta meta se alcanzó modificando la ley de 1907 que lo impedía. Aunque aún no se había aprobado el sufragio universal, tres mujeres fueron elegidas como diputadas en las Cortes generales: Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken.

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Cola para ejercer el voto durante las elecciones de diputados a las Cortes de la República de 1933, Barcelona. Autor: Josep Maria Sagarra i Plana

A pesar de que el activismo político femenino era un hecho desde hacía décadas, desarrollado en el seno de los movimientos revolucionarios, sindicales y asociativos de tipo feminista, la posibilidad de participar activamente en la política institucional impulsó la creación de espacios políticos con el objetivo de animar a las mujeres a colaborar activamente con la república, contribuyendo a crear una conciencia ciudadana en un segmento de la población que en gran parte había vivido, hasta ese momento, alejado del orden político.

Votaciones durante las elecciones de diputados a las Cortes de la República de 1933, Zaragoza. Autor: Palacio

El 1 de octubre de 1931 se lograba aprobar el sufragio femenino. A partir de ese momento las mujeres obtenían la ciudadanía política, que daría paso a la ocupación del espacio público como ciudadanas de pleno derecho. Sin embargo, la nueva situación hizo evidentes las carencias culturales, sociales y políticas de las mujeres y, para paliar esta realidad, comenzaron a organizarse para fomentar la creación de espacios propios, sobre todo en el marco del asociacionismo cultural y político, que serán claves en la consolidación del nuevo ideal de mujer moderna, libre, autónoma e independiente. La tarea no sería fácil, ni el resultado evidente a corto plazo, la persistencia de un modelo cultural y social fuertemente patriarcal, que se aferraba a la domesticidad femenina, hizo que los nuevos hábitos se alcanzaran más lentamente que los cambios legislativos. 

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Madrid, julio de 1936

Es en el tránsito de la consolidación de los derechos de las mujeres que les son otorgados durante las reformas republicanas, que se produce la sublevación militar del 17 de julio de 1936.